La visita
La obra que he visto me ha recordado a un teatro de otra época, ya desfasado: cuando la técnica al uso imponía que los actores declamaran un texto para teatro (con sus gestos y normas establecidas, nada naturales), un texto escrito con buenas formas (excluido el lenguaje espontáneo en diálogos), una escenografía clásica (adecuada en este caso) y una dirección que reforzara las intenciones del texto para que el público tuviera claro qué ocurre (alguien dice que llegaron unos coches, pongamos sonido de coches; alguien rememora, bajemos las luces para el momento).
1940. París acaba de ser ocupada por los nazis. Hitler visita en secreto varios lugares antes de hacer su entrada triunfal en la capital. En escena, un matrimonio mayor en su modesto salón. El marido es guía turístico de la Ópera de París y ha tenido que atender personalmente al dictador. Ha tenido la ocasión perfecta para asesinar al Führer con una pistola que guarda escondida desde hace tiempo pero, en el último momento, no ha podido hacerlo. El marido va contando a su mujer esa visita paso a paso, las dudas que tuvo y el remordimiento actual. El hombre busca apoyo, comprensión en su mujer. Busca el perdón.
Carmen Resino es una de las mejores dramaturgas españolas. Por eso me ha extrañado encontrarme con un diálogo tan poco natural, más literario que teatral. Que el marido diga a su mujer "sentí una desazón aún mayor", entre otras muchas expresiones rebuscadas, causa cierta extrañeza y distanciamiento, una ausencia de verosimilitud en la escena. El lenguaje utilizado por la autora no puede justificarse por la época en que se desarrolla la acción ni por los personajes.
El argumento se podía haber centrado en el conflicto psicológico de los personajes, ya que no lo hace en la sugerente idea de la posibilidad de cambiar la historia matando al dictador. Carmen Resino desaprovecha todo y decide dedicar gran parte de la obra a presentar los acontecimientos de la visita de forma detallada, a cuentagotas. El aburrimiento y sopor que produce esa descripción insustancial se intenta compensar con la pseudointriga que el marido intenta provocar en su mujer (quien no muestra interés especial ni por lo que cuenta ni por él) y también en los espectadores. Utiliza la absurda retórica de "y esto no es lo peor, espera..." que repite cada pocos minutos. Luego resulta que no hay nada especial por contar... hasta que, por fin, revela que el visitante ha sido Hitler. Y entonces sigue describiendo cosas intrascendentes, que si Hitler admiró la decoración, si se interesó por... "y esto no es lo peor..." volverá a repetir. Y yo pensando que no, que lo peor sería que la obra durara más de una hora.
Los actores realizan una actuación conforme a un método de interpretación teatral que desapareció hace varias décadas. Quedan afortunadamente pocos, algunos todavía podemos verlos en las telenovelas del mediodía o de la tarde. Esa mirada al cielo con brazo extendido en alto, esos giros cara al público para de pronto echarse a llorar, esas manos colocadas en la barbilla o deslizando suavemente por el chaleco para dar sensación de naturalidad... Una interpretación consciente de su propia interpretación, sin vivir sus personajes. Cartón piedra.
La dirección refuerza todos los recursos de texto y de interpretación que ya he mencionado. Además utiliza el sonido y la iluminación al servicio del drama de forma tosca. El ruido de vehículos, los pasos militares y otras cacofonías, parecían situarnos en una novela radiofónica. El foco del atardecer, las luces atenuadas de colores malvas para la reflexión emotiva y el recuerdo, me recordaba funciones de escasos recursos o pobre imaginación.
Una obra y una función para olvidar.
Texto: Carmen Resino
Dirección: Ramón Ballesteros
Intérpretes: Pilar Barrera, Luis Perezagua
Escenografía: Gabriel Carrascal
Iluminación: Diego Perezagua
Producción: Uhura Audiovisual S.L.
Teatro: Infanta Isabel
Duración: 70 minutos
Destripe: Aunque todo está contado en la página oficial de la obra, prefiero advertir que aquí voy a contar el motivo por el que el guía no asesina a Hitler.
El Führer sube al escenario de la Ópera de París y comienza a recitar emocionado versos de Schiller, hasta con lágrimas en los ojos. El arte vence a la muerte. El justiciero perdona la vida al asesino de masas. En fin...