El lugar donde rezan las putas o Que lo dicho sea
Si no conocéis la obra de José Sanchís-Sinisterra no empecéis viendo esta. Resulta paradójico que un reputado dramaturgo ponga en escena algo que parece teatro de aficionados. Insalvable.
Atención: en el argumento destripo la obra.
Dos jóvenes utilizan un sótano prestado por el tío de ella para intentar montar una obra no convencional, que sacuda las entrañas del público. No tienen mucha idea sobre qué tema y, tras una selección, discuten sobre dos opciones: la historia platónica de Hipatia y su discípulo Sinesio o la historia Artur London y su mujer, comunistas que participaron en las Brigadas Internacionales y supervivientes de los campos de concentración nazis. Algunos ruidos en el sótano, luces que se apagan y al final... espíritus que poseen a los dos jóvenes y con mando a distancia se les da la opción de cambiar diferentes episodios de la historia: Hitler, la Guerra Civil Española, etc.
Pasados los diez primeros minutos de la obra, rellenados con una anodina conversación convencional (el poleo me da hipo, hago meditación...) con supuestos toques humorísticos, el argumento no avanza y los personajes no aportan nada. Pasan otros diez minutos discutiendo sobre las dos historias, un diálogo que del aburrimiento nos va produciendo coma profundo. Los personajes no interesan, ni sus conversaciones.
Acaba el primer acto y por fin se produce un cambio: ¡son poseídos por espíritus o alienígenas! vaya usted a saber, ni importa. La posesión y "desposesión" acontece con las típicas convulsiones. Lo importante, parece ser, son las reflexiones que surgen de esa especie de concurso con mando a distancia donde una voz narra la historia y ellos rápidamente tienen que contar una versión que corrija los desastres de nuestra historia. Aunque vaya usted a saber.
El original nombre de la obra nos lo explica al principio la protagonista: su tío cuenta que en este sótano se reunían las putas, no para sus encuentros sexuales sino para rezar. Que lo dicho sea, segunda parte del título, surge del juego final de cambiar lo que ocurrió y así lo dicho sea la realidad. Sin más comentarios.
Los diálogos intentar ser modernos (como deben hablar ahora los jóvenes progres) pero queda el lenguaje impostado, incluso las palabras que Sinisterra busca recuperar del diccionario español. Los chistes que intentan arrancar nuestra sonrisa, arrancan sin embargo cierto rubor (aunque hubo público que los jalearon en la segunda parte de la obra).
Destaca la escenografía de corte realista de Juan Sanz. Levanta con precisión los pilares de ladrillo sucio del sótano, con sus arcadas, la claraboya, los ventanales y el diferente atrezzo destartalado de un lugar como este.
Paula Iwasaki y Guillermo Serrano abordan sus anodinos papeles con perfecta naturalidad. La obra no exigía especiales dificultades interpretativas o de caracterización.
La idea de una pareja de ilusionados jóvenes que intentan representar una función podría haber sido un bonito homenaje a tantos emprendedores y supervivientes del mundo del teatro. Tal y como ha desarrollado los diálogos y el argumento José Sanchís-Sineiterra, ha quedado muy lejos de lograrlo.
El lugar donde rezan las putas o que lo dicho sea es una función que, por su argumento y diálogos, es propia de un principiante fascinado por tocar temas trascendentales sin despedirse de las fantasías adolescentes de fantasmas y posesiones.
Texto y dirección: José Sanchís-Sinesterra
Intérpretes: Paula Iwasaki, Guillermo Serrano
Ayudante de dirección: Eva Redondo
Escenografía: Juan Sanz
Vestuario: Elena Sanchís, Tania Tajadura
Producción: Teatro Español, 3D, Dramaturgos contemporáneos vivos
Teatro: Teatro Español 15 de marzo a 15 de abril de 2018
Duración: 90 minutos