La mar de lejos
La mar de lejos es una pequeña joya en bruto que necesita un pulido en el desarrollo de la historia. Brillan las actrices, el texto, la dirección. 50 minutos que nos atrapan en cada escena pero que en conjunto nos ofrecen unos apuntes, no una obra redonda.
Dos mujeres esperan un tren, siempre llegan llenos, para ir lejos, para emigrar. Con sus pertenencias en una maleta, un flotador y mucha hambre, esperan salir de su miseria, pasar la frontera. Viajaremos también a su pasado de artistas, los bombardeos, las detenciones. Mujeres del pueblo sin recursos, sin cultura, pero con una gran fuerza para buscar un lugar donde seguir viviendo.
Dos mujeres de hablar popular, simples, que repiten la frase que acaba de decir la otra, que se expresan con esfuerzo y sentimiento, como si una observación normal fuera un gran hallazgo.
Esa repetición crea una cadencia pausada, un ritmo en el diálogo que te va envolviendo, como un poema. Una forma peculiar de texto y declamación que conocemos si hemos visto alguna de las geniales creaciones de La Zaranda. Un estilo que tiene sus grandes riesgos si no se controla al milímetro para evitar la monotonía. Aquí nos cautiva enseguida a pesar del lento inicio de la obra. La brevedad, esos cincuenta minutos, es una decisión acertada al recaer la dramaturgia en el diálogo continuo, sin los grandes silencios y los movimientos expresivos de las representaciones de La Zaranda. Como decía antes, es un estilo que tiene sus exigencias.
El problema de La mar de lejos es una historia sin terminar de perfilar, un bosquejo de algunos episodios de las vidas de los personajes sin profundizar en ellos, una escena final que supone un salto narrativo confuso, en el que la interpretación alegórica resulta insuficiente.
Los diálogos encierran una gran carga emocional a pesar del aparente agotamiento y resignación de los personajes, diálogos salpicados de dobles sentidos e ironía.
Para que la obra funcione bien y consiga atraparte hace falta que en el escenario nos encontremos con dos grandes actrices, que vuelquen toda la fuerza poética del texto y el desgarro de sus desgraciados personajes. Ellas son Ana Oliva y María Duarte. Ya demostraron su maestría en Leche y Picón, con la misma compañía.
La dirección de Gaspar de la Zaranda extrae toda la fuerza expresiva del texto, permite ese ritmo sutil que envuelve cada escena, transforma el gesto, la ambientación (sonido e iluminación) y el movimiento corporal en plasticidad visual, compone con todos los elementos una obra de arte.
Enhorabuena a Marina Sevillano por su trabajo de movimiento escénico y a Sergio Monge por esa gran iluminación.
La mar de lejos es una obra que si se trabajara más sería magnífica. Tal y como está ahora se disfrutará.
Texto: Javier Padilla
Dirección: Gaspar de la Zaranda
Intérpretes: Ana Oliva, María Duarte
Movimiento escénico: Marina Sevillano
Iluminación: Sergio Monge
Sonido: Ismael Colón
Producción: Tras el Trapo Teatro
Teatro: Luchana 10 y 11 de agosto de 2018
Duración: 50 minutos