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El precio


El precio cuenta la historia de un hombre que ha llegado a la cincuentena y su vida ha fracasado, su matrimonio apenas se sostiene, su relación con su padre y su hermano nunca fue fácil. Ambición, sueños, egoísmo, mentiras, culpabilidad, autoengaño, rencor... un cóctel que se ha ido gestando en el pasado de estos personajes. Elementos suficientes para atraparnos, sobre todo cuando cuenta con excelentes interpretaciones, pero que en mi caso me aburrió. He intentado ahondar en los motivos y voy a exponer alguno, para aclarar por qué salí de la función apático, sin emoción ninguna que llevarme a casa. La obra está siendo un éxito de público y crítica, vaya por delante.


Dos hermanos se reencuentran, tras 16 años sin hablarse, para vender los inmuebles de la familia, almacenados en un desván o buhardilla.

Víctor es un gris policía que ha decidido buscar, impulsado por su mujer, un nuevo rumbo a su vida y abandonar una profesión que nunca le ha gustado. La conversación del matrimonio es interrumpida por la llegada de un curioso tasador, nonagenario, que pondrá alguna nota de humor y sabiduría a lo largo de la obra. El último en aparecer es su hermano Walter, un cirujano de éxito al que la vida le sonríe. Los reproches y la discusión entre los hermanos surgirán pronto, hay muchas heridas que no han cicatrizado. Pero por encima de todo ello flota el polvo del fracaso, las decisiones no tomadas, los sueños no realizados, la miseria de la vida actual. La historia familiar reducida a unos objetos que acumulan polvo y que ya han perdido su valor.


Excelente trabajo actoral de Tristán Ulloa (Víctor), como nos tiene acostumbrados. Eduardo Blanco (el tasador) realiza aquí una interpretación característica de viejo judío que atrapa desde el inicio al espectador. Gonzalo de Castro (Walter) consigue entusiasmarnos.


Muy interesante la escenografía de Enric Planas que, además de los muebles esperables en un desván (cómoda, armarios, sillón, mesitas), sitúa en el lado derecho del escenario un montaje de sillas que se elevan y amontonan de forma inquietante. La iluminación de la escena refuerza esa presencia de objetos acumulados.

Magnífico montaje audiovisual al inicio y final de la función, con fotografías en blanco y negro de los actores y de época.


Los aspectos que me han pesado negativamente sobre esta función se centran en algunos elementos del texto (no he leído la obra original) y la dirección.


El texto tiene unos diálogos profusos que se demoran en detalles que tienen una importancia relativa. La larga discusión, por ejemplo, entre el tasador y Víctor acaba por aburrir. El valor de los objetos por los que regatean carece de interés, mas allá de demostrar la habilidad del judío tasador y el pasado de vendedor, conocedor de los trucos del oficio, de Víctor. Por otra parte, algunos temas se subrayan de forma repetida sin aportar matiz alguno: que Víctor aborrece ese trabajo de policía en el que lleva metido veinte años queda claro desde el principio, no hace falta insistir; algunas de las intervenciones del tasador también son reincidentes y carentes de especial interés...



La dirección de Sílvia Munt mantiene a los actores estáticos durante gran parte de la función, en una obra donde es muy importante manejar el movimiento de escena. El espacio escénico queda yermo y el montaje resulta hiératico, frío. Las emociones previsibles del conflicto quedan diluidas tras la discusión inicial, la abulia de los personajes llegó a impregnar a este espectador.



Texto: Arthur Miller

Dirección: Sílvia Munt

Intérpretes: Tristán Ulloa, Gonzalo de Castro, Eduardo Blanco, Elisabet Gelabert

Ayudante de dirección: Gerard Iravedra

Escenografía: Enric Planas

Iluminación: Kiko Planas

Vestuario: Antonio Belart

Producción: Bitò

Teatro: Pavón Teatro Kamikaze

12 de octubre de 2018 a 6 de enero de 2019

Duración: 105 minutos

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