La geometría del trigo
Dos tiempos que se entrecruzan, un hijo que retorna a los orígenes para descubrir el pasado del padre que nunca conoció. Una obra cargada de lirismo escénico con seis magníficos actores bajo la inspirada dirección del propio Alberto Conejero.
Una joven pareja de arquitectos se encuentra en crisis. Laia vuelve del trabajo cuando Joan está haciendo sus maletas para ir al entierro de su desconocido padre. Ha cambiado de idea tras recibir una carta de su madre. No parece contar con Laia, prefiere ir solo, no le cuenta nada de la carta pero, al final, cede ante su insistencia y viajarán juntos de Barcelona a un pequeño pueblo de Andalucía. Joan emprende el viaje sin saber bien qué le empuja a hacerlo, quizá un reencuentro con sus orígenes o despejar interrogantes.
Al mismo tiempo, seremos testigos de la vida de otra joven pareja, Beatriz y Antonio, los padres de Joan. Antonio trabaja en la mina para mantener a la familia, esperan su primer hijo. Su amigo Samuel, después de muchos años, acaba de regresar de Francia, con la idea de montar un negocio en el antiguo molino de su familia; cuenta con Antonio para participar en su empresa y que abandone la mina. El regreso de Samuel y la decisión de arriesgar en un nuevo proyecto supondrá la primera crisis del matrimonio. La madre de Beatriz, Emilia, jugará un papel decisivo con sus buenas intenciones...
En el escenario vemos, con el certero diseño de Alessio Meloni, la tierra, una rueda de carro semienterrada y un muro resquebrajado, la esencia del campo andaluz. La iluminación creará la mágica atmósfera de cada escena. A ambos lados del escenario, unos bancos de madera en los que esperan los personajes; éstos se levantan para intervenir en la historia, a veces nos hablan como si fueran fantasmas del presente o del pasado, se entrecruzan, nos dejan ver una parte de su historia y se vuelven a sentar, a la espera, atentos. Una dirección que rompe el sentido lineal y realista puro del argumento, solo entrecortado por la vuelta al pasado, consiguiendo que los sentimientos se acerquen y fluyan en un continuo retorno de las raíces al presente. Hay algo de lirismo mágico.
En la historia de Beatriz y Antonio subyace la pobreza, la emigración forzosa, la lucha por recobrar lo que quitaron a los que perdieron la guerra, el resurgir de la España de Franco en los 60. Es un tamiz que caracteriza de forma sutil una época, al igual que el medio rural andaluz con sus acentos, la preocupación por los rumores, el deber familiar frente a los devaneos juveniles dentro del concepto tradicional.
Locura juvenil que no lo fue y locura adulta que quizá sí lo fuera. Decisiones que se deciden en el momento y luego resultan sólidas y eternas, decisiones que se toman de forma pausada y el destino las cambia. No entro en detalles por no destripar el motivo de la ausencia del padre. Hay un cruce de destinos, de amores, que juega con las vidas de los personajes en este drama tan bien estructurado, con unos diálogos precisos que no les falta ni les sobra nada, con momentos de gran fuerza poética y silencios que hablan.
Pero por encima de todo, hay un pulso emocional que nos implica en la vida de todos sus personajes gracias al texto dramático, a la excelente dirección y a la complicidad, a la química escénica de todos los actores. Hay una intensidad eléctrica en el escenario que nos acerca a la piel de sus protagonistas.
La geometría del trigo, un magnífico drama sensible, delicado, bello, que nos emociona. No hay que perdérsela.
Texto y dirección: Alberto Conejero
Intérpretes: José Bustos (Joan), Eva Rufo (Laia), Zaira Montes (Betriz), Juan Vinuesa (Antonio), José Troncoso (Samuel), Consuelo Trujillo (Emilia)
Escenografía: Alessio Meloni
Iluminación: David Picazo
Vestuario: Miguel Ángel Milán
Ayudante de dirección: Alicia Rodríguez
Producción: Teatro del Acantilado
Teatro: Teatro Galileo 10 al 27 de septiembre de 2020
Estreno en Madrid: Teatro Valle-Inclán Sala Francisco Nieva 6 al 24 de febrero de 2019
Duración: 85 minutos
Residencia artística: Sala Cuarta Pared