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La golondrina


La golondrina es un drama centrado en dos personajes que, al mismo tiempo, nos enfrenta a una situación social de mayor implicación. Una obra que tarda en despegar pero que luego te llega al corazón, te sacude con fuerza y obliga a la reflexión.







Amelia es una profesora particular que solo da clases de canto a cantantes que tienen ciertas dotes. Ramón es un joven que acude a su casa por recomendación del párroco. Ella decide no seguir con la sesión porque su técnica vocal es insuficiente. El chico, nervioso, le explica que quiere cantar en una misa en memoria de su madre fallecida y Amelia cede con dudas. El comportamiento de Ramón es extraño, hace muchas preguntas sobre el hijo de Amelia, también miembro del coro de la parroquia hace muchos años... El hijo falleció hace unos meses víctima de un atentado terrorista islámico contra una discoteca de moda entre homosexuales.

La primera media hora de la función transcurre anodina con una conversación entre dos personas que no se conocen y no se abren. Una parte del diálogo dedicada a la técnica de canto, al rechazo de enseñarle, a excusas variopintas del chico, fotos de colegio, toma de galletitas... material preparatorio para llegar a las primeras revelaciones. Esa falta de condensación o de crear un interesante dibujo de personajes a través del diálogo (el robo de un libro resulta insustancial) lastra la obra. Superado el bostezo, a pesar de los chistes que surgen de los malentendidos, empieza otra obra, un drama humano que golpea al espectador, un pulso lleno de energía que nos despierta y, al mismo tiempo, hace crecer a Félix Gómez dejándonos impresionados. Surge un debate de posturas ante la tragedia del terrorismo, la forma de llevar el dolor y de entender el amor, el autoengaño y la ausencia de decisiones. Lo que pudo ser y se perdió definitivamente, la tragedia de lo irrecuperable y también del absurdo cambio de nuestras vidas.

Hay momentos de profunda verdad en este drama, en la exposición del conflicto y la discusión de dos puntos de vista diferentes que comparten una misma tragedia.


La golondrina es un drama de estructura clásica que se vuelca sobre un tema actual para generar una reflexión sobre la ambigüedad moral y otros valores en el espectador.


Carmen Maura interpreta de forma plana a su personaje, una mujer dura y cerrada que, a pesar de su ira y la reacción que al final se revela en ella, no consigue convencernos del todo. Félix Gómez, por contra, hace una gran interpretación, nos conmueve su confesión, su testimonio nos acongoja, el silencio se impone. ¡Qué fuerza!

La escenografía nos remite a un saloncito con librería, sofá y piano, de corte clásico, con un ventanal en el que se proyecta un gran espacio de cielo y nubes que van cambiando la iluminación del escenario. Parece un trabajo de encargo resuelto de forma poco convincente, para olvidar.


La dirección de Josep Maria Mestres resulta funcional y no consigue imbuir un poco de vida a los movimientos y la interpretación de Carmen Maura. La canción final, plenamente justificada, me pareció fuera de contexto, me recordaba a un musical de Disney algo descolocado.


El tema central que expone el texto de Guillem Clua, una vez soltado el lastre inicial de conversaciones intrascendentes, está llevado con maestría, los diálogos son precisos, el conflicto interno está muy bien desarrollado. ¡Qué pena que no haya trabajado mejor el principio!

Texto: Guillem Clua

DIrección: Josep Maria Mestres

Intérpretes: Carmen Maura, Félix Gómez

Escenografía: Alessio Meloni

Iluminación: Juan Gómez Cornejo

Vestuario: Tatiana Hernández

Ayudante de dirección: David Blanco

Teatro: Infanta Isabel 12 marzo a 5 de mayo de 2019

Duración: 90 minutos

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