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Jauría


Jauría es una obra sobre el juicio de "la manada" que, gracias a la inteligente dirección de Miguel del Arco y unas magníficas interpretaciones, consigue sobrecoger al espectador, sentir la presencia amenazadora de esos cinco hombres en torno a una joven, a partir del texto extraído de las declaraciones. Un texto acortado y ordenado conforme a las necesidades dramatúrgicas de Jordi Casanovas pero fiel a lo que se dijo. Hasta aquí todo perfecto pero, en la práctica, se utilizan recursos para enfatizar el mensaje de denuncia que manipulan la supuesta objetividad con que se nos presenta la obra, declarada teatro documento por autor y director.



Los hechos: el 7 de julio de 2016 una joven de 18 años denunció a la policía que había sido violada por cinco hombres durante los sanfermines de Pamplona. El caso saltó a los medios de comunicación y generó un movimiento social que desencadenó un cambio legislativo en relación al abuso y la agresión sexual. Durante el juicio se cuestionó la actitud de la joven, se puso en duda que no fuera consentida la relación sexual y la condena fue menor de lo esperado. La vía judicial todavía no ha concluido.

En el espacio diseñado por Alessio Meloni los actores se moverán por una sala gris, en muchas ocasiones sentados en sillas (conversaciones en las fiestas, declaraciones en el juicio, con cierta simultaneidad). Al fondo, hay un reducido espacio que representa el patio de la casa donde fue violada, un espacio claustrofóbico en el que apenas caben los actores. Una escenografía que deja espacio para las declaraciones y los movimientos de los hombres (la manada amenazadora) y que lo reduce para reforzar la opresión y agresión de la víctima.

La interpretación de María Hervás y de los cinco actores es uno de los puntos fuertes de esta función, tan veraces que nos acercan a la realidad reciente como si fuéramos testigos de excepción. Maravillosa María Hervás con una fragilidad que nos sobrecoge.

Destaca también el movimiento en escena de los actores. Miguel del Arco dirige con maestría, ya lo ha demostrado en otras ocasiones, el cuerpo de los actores y su forma de desplazarse por el escenario con una fisicidad que aquí resulta amenazadora. El remate son esas palmadas de fiesta / manada que resultan turbadoras.

Interpretación, movimiento y texto de las declaraciones, todo integrado en un drama lleno de tensión. Las palabras sobre el escenario se convierten en un retrato psicológico de una mentalidad masculina que, a priori, puede parecer inocente. Hay un retrato de hombres que todavía juegan a ser adolescentes, auténticos bravucones, machos engreídos que se creen seductores, que las mujeres se rendirán a sus chanzas o propuestas; no solo en la fiesta de la noche, también bajo la luz de un juicio.

En la parte del juicio, que se intercala con los hechos ocurridos, asistimos a un permanente retorcimiento de intenciones y justificaciones, versiones de lo que se dijo, no se dijo o se pudo decir, el matiz buscado en beneficio propio. Y, lo más grave, una actitud de acoso continuo a la víctima con preguntas que ponen en duda la actuación de la joven, hasta el punto de que ella misma llega a cuestionarse su forma de comportarse.

Hay dos recursos de Jauría cuestionables, desde mi punto de vista, por pretender ser esta obra una exposición objetiva de lo ocurrido y, por tanto, sin manipulación. Los límites son sutiles pero ahí están. Son recursos inteligentes y aceptables si fuera una obra de ficción pura, pero no es el caso. El fin, el objeto de denuncia, aunque sea justo, no justifica la manipulación emotiva del espectador que ya viene predispuesto a aplaudir la denuncia social sin necesidad de subterfugios.

Lo primero que destaca es el contraste exagerado de la actitud de los cinco acusados y la víctima durante las declaraciones. María Hervás siempre habla en un tono compungido, temeroso, titubeante, a veces casi inaudible, sentada con los brazos rotos. Los otros cinco hacen una declaración en movimiento, con desparpajo, con falsa ignorancia. Son declaraciones entresacadas del mismo lugar, de una sala de juicio. No hay matices.

Más inaceptable es el cambio de vestuario en el que los cinco acusados se cuelgan las togas sin cambiar de actitud. Así, los jueces son los mismos hombres agresivos, machistas y violadores. Refuerza el mensaje de que la sociedad es machista, el mundo judicial en concreto también es machista, pero resulta algo grueso e innecesario.


Jauría conmociona, plantea una polémica reciente y nos lleva a la reflexión, elementos que ya surgían leyendo las noticias pero que esta obra sabe convertir en una dramaturgia con entidad propia. Una obra que hay que ver y de la que solo lamento que no fuera más sutil.




Texto: Jordi Casanovas

Dirección: Miguel del Arco

Intérpretes: Fran Cantos, Álex García, María Hervás, Ignacio Mateos, Raúl Prieto, Martiño Rivas

Escenografía y vestuario: Alessio Meloni

Iluminación: Juan Gómez Cornejo

Ayudante de dirección: Xus de la Cruz

Producción: Kamikaze Producciones, Milonga Producciones, Hause & Richman Stage Producers, Zoa Producciones

Teatro: Pavón Teatro Kamikaze 6 de marzo a 21 abril de 2019

Duración: 80 minutos

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