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La vuelta de Nora (Casa de muñecas 2)


Hay desafíos fascinantes y al mismo tiempo peligrosos: hacer una continuación de Casa de muñecas de Ibsen y seguir el argumento donde acabó la obra original, cuando Nora abandona su hogar, es uno de ellos, desde luego. Un reto que el joven dramaturgo norteamericano Lucas Hnath saca adelante a medias, con algunas ideas interesantes pero sin desarrollarlas de forma convincente. La dirección de Andrés Lima nos da una versión fiel del texto pero algo fría, ahondando en las limitaciones de la propuesta. Menos mal que los dos actores protagonistas elevan el nivel de la función.


Han pasado quince años desde que Nora abandonara a su marido y a sus tres hijos pequeños, dejara su vida acomodada para liberarse de las ataduras del matrimonio. Una resolución que toma cuando su marido la decepciona y le hace ver que era una muñeca en sus manos. Hasta entonces era una esposa satisfecha, burguesa, banal y superficial.


En la primera escena de La vuelta de Nora vemos que ella regresa por primera vez a su antiguo hogar para entrevistarse con la criada en el momento en que Torvald, su ex marido, está trabajando. Nora no intenta recuperar su vida o saber cómo se encuentran sus hijos o su marido (el egoísmo de Nora no ha desaparecido con la edad), sino conseguir formalizar los papeles de divorcio. Torvald aparece antes de lo previsto y el encuentro se hace inevitable (como era esperable).


La versión de Andrés Lima sigue fielmente el texto del dramaturgo pero, leyendo la obra original, se echa de menos algo más de pasión en los diálogos, menos laxitud, más confrontación. El texto está lleno de diálogos con continuas interrupciones, también hay muchos silencios pero, desde luego, emana más energía: es la impresión que he entresacado de la lectura y que no he visto reflejada en esta función. Ya, lo de menos es que el autor exprese que en la escenografía es fundamental la puerta y aquí está oculta.

Un grave escollo de esta función es la interpretación deshilvanada e insípida de María Isabel Díaz en su papel de criada. Las preguntas que dirige a Nora, incluso los mínimos reproches, los suelta con desgana: lo mismo podría estar recitando la lista de la compra. Aquí Aitana Sánchez-Gijón no puede remontar este primer acto, pero crecerá cuando aparezca en escena Roberto Enríquez, que está maravilloso a lo largo de toda la obra a pesar del inmovilismo de la dirección. También destaca la buena interpretación de Elena Rivera en su papel de Emmy, la hija.


La escenografía es muy sugerente con ese salón en perspectiva que, con sus tres paredes y el techo visibles, reproduce una pieza de una casa de muñecas. Los tonos claros refuerzan el vacío y la frialdad, la perspectiva refuerza el aspecto claustrofóbico y psicológico de la obra. El problema de esta decisión escenográfica es la supresión de una puerta protagonista, como ya he mencionado antes. La iluminación proyecta un juego de sombras que añade un interesante aspecto psicológico al enfrentamiento del matrimonio. Lo único que resulta accesorio y forzado en la escenografía es la silla sobre el techo con la figura femenina.

Para comentar algunos aspectos de esta obra tengo que destripar un poco el argumento, así que os aviso para no seguir leyendo si no la habéis visto. Volvamos a la primera escena, cuando la criada y Nora se encuentran. Aquí el autor intenta entrar en un juego de empatía con el espectador: Nora interpela a su criada para que adivine qué ha sido de su vida, como el espectador también se está preguntando. Un elemento tan sencillo de conseguir fracasa porque el diálogo se dilata en exceso, pierdo interés con tanta pregunta sin respuesta; además de la nefasta interpretación de María Isabel Díaz, en esta función, que impide que entremos en el juego.

Nora ha conseguido cierto éxito gracias a las novelas que ha escrito en defensa de la mujer y vive muy bien. La obra más famosa en realidad describe su propio matrimonio (ya sabemos que la mejor novela es la que refleja tu propia vida ¿no?). Eso sí, todo escrito bajo pseudónimo; motivo por el que su familia no sabe nada de ella e indicador de la discriminación femenina.

La obra pretende ser una defensa de la mujer y en muchos aspectos acierta al describir la situación discriminatoria y la falta de conciencia de la propia mujer, en aquella época, de su situación. El problema surge con la caracterización de Nora, una mujer tan feminista que se opone al matrimonio, un contrato condenado al fracaso por el dominio ineludible del marido. Si Nora, además, es de un egoísmo sin límites, con una ausencia de sentimientos sorprendente y es manipuladora con todos (marido, criada e hija)... el objeto testimonial de la discriminación de la mujer queda casi anulado por una persona tan fría.

Otro aspecto de la obra que no facilita su buen desarrollo es la exposición de algunas ideas como solución a la persecución judicial de Nora, algo rebuscadas y que se desechan o cambian sin mucho fundamento.


En definitiva, Casa de muñecas 2 es una obra con cierto interés pero que precisa una estructura más sólida y diálogos mejor pensados. Por otra parte, la versión de Lima es de vuelo raso y la elección de una actriz casi termina por estrellarlo.



Texto: Lucas Hnath

Dirección: Andrés Lima

Intérpretes: Aitana Sánchez-Gijón, Roberto Enríquez, María Isabel Díaz, Elena Rivera

Escenografía y vestuario: Beatriz San Juan

Ayudante de dirección: Laura Ortega

Iluminación: Valentín Álvarez

Teatro: Bellas Artes 25 de abril a 23 de junio de 2019

Duración: 90 minutos

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