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Tres sombreros de copa


Maribel y su extraña familia es la gran obra de Miguel Mihura. Lejos quedan las mediocres Ninette o Tres sombreros de copa (es mi opinión, por supuesto)

En esta versión de Tres sombreros de copa, Natalia Menéndez utiliza todos los recursos para sacar lo mejor de un texto que fluctúa entre el inteligente humor absurdo y la comedia de lugares comunes: niñato rico-bobo cae en el hechizo de mujer libertina-de-buen-corazón para acabar casándose con la mujer que debe. A lo largo de la obra habrá números coreográficos con chicas de buen ver que hará las delicias del respetable.


Dionisio, joven burgués, se aloja en un hotel de la costa para pasar su última noche de soltero. El dueño del hotel, al tratarse de un cliente habitual, le trata con devoción paternalista; además, le recuerda a su hijo fallecido. La noche se complicará al encontrarse alojada en el mismo hotel una compañía del mundo de las variedades. Los vecinos hacen ruido y no le dejan dormir. Una pareja se pelea escandalosamente y la chica, Paula, se refugia en su habitación. La fiesta que se organiza pasará por su habitación como un torbellino. Aunque, puede ser que todo sea un sueño propio del que va a abandonar su soltería.

El principio de la obra, la conversación de Dionisio con el dueño del hotel, augura que vamos a ver una comedia del absurdo sutil, llena de hallazgos, con giros sorprendentes, muy adelantada a su tiempo. Pero ese principio se transforma con la llegada de los personajes de la farándula. A partir de ese momento, la función adquiere un tono exagerado de comedia al uso, con situaciones que podrían encajar en la explicación de un sueño pero que, por otra parte, mantienen una férrea estructura llena de lugares comunes.

La inocencia de Dionisio, en contraste con la espabilada Paula, adquiere tintes ñoños, exagerados, insoportables. El papel de Paula enseguida caerá en el tópico de una mujer con buen fondo que atisba lo que podría ser otra vida, la vida de algodones del joven rico, y muestra su perfil de mujer tentadora.

El resto de los miembros de la obra son puros trazos, algunos solo figurantes, raudos en su movimiento por escena para dar vitalidad, alegría, a las tablas. Algunos números coreográficos, como la alegoría del amor, serán entremeses del argumento principal. El humor y el enredo adquieren tintes de función de variedades o alta comedia, si se prefiere. En ese momento, el distanciamiento que me produce la obra es enorme. Te fijas con mayor detenimiento en la estupenda escenografía, en el sincronizado movimiento de los actores, las aceptables figuras coreográficas (mucha lástima me produjo ver algún gran intérprete marcando posturitas exageradas - humorísticas, sin tener texto que decir).


En definitiva, una gran producción de alta comedia que disfrutará gran parte del público a pesar de ese raro principio, que yo amo tanto.


También os comento que soy de los pocos que no he salido convencido de esta obra; la crítica, de forma casi unánime, solo tiene alabanzas para esta función. Cada día me siento más raro...

Texto: Miguel Mihura

Dirección: Natalia Menéndez

Intérpretes: Pablo Gómez-Pando, Laia Manzanares, Roger Álvarez, Arturo Querejeta, Malcolm T. Sitté.

Óscar Alló, María Besant, César Camino, Lucía Estévez, Cayetano Fernández, Alba Gutiérrez, Tusti de las Heras, Mariano Llorente, Rocío Marín Álvarez, Manuel Moya, Carmen Peña, Chema Pizarro, Fernando Sainz de la Maza

Escenografía: Alfonso Barajas

Ayudante de dirección: Irene Cantero

Iluminación: Juan Gómez-Cornejo

Vestuario: Mireia Llatge

Coreografía: Mónica Runde

Producción: CDN

Teatro: María Guerrero 17 de mayo a 7 de julio de 2019

Duración: 90 minutos

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