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El lugar sin culpa (2007) de José María Merino


José María Merino (1941) es uno de esos escritores con los que sueles acertar cada vez que lees una novela suya: argumento sólido, bien escrita y la conclusión final de que te ha dejado unas ideas y unas imágenes que te han aportado algo. A pesar de publicar cada 3 o 4 años una nueva novela, haber ganado el premio de la crítica, o el premio de narrativa González Ballester por este libro, no suele estar en primera línea publicitaria. Tengo la impresión de que, a pesar de su sólida y reconocida carrera, pasa desapercibido.


La doctora Gracia es una bióloga que se ha refugiado en una pequeña isla para olvidarse de su pasado, de su familia, y empezar de nuevo. El islote está habitado por un reducido grupo de personas que conviven en un espacio natural protegido, al que solo llegan un número limitado de turistas que no pueden salirse del circuito y no acceden a la zona habitada.

Al atardecer, los solitarios habitantes se reúnen en un espacio que hace de taberna y que llaman "El Lugar Sin Nombre". Allí acuden "el Apuesto Oficial" que dirige el cuartelillo, el arqueólogo o "el Hombre de los Tesoros", "la Rubia Cantinera", "El Intrépido Buceador"... Un punto de encuentro para hablar de los pequeños acontecimientos del día, divagar sobre algún asunto... esa necesidad de estar en contacto con otro humano. Luego cada uno volverá a su "refugio".


La fuerza de la novela recae en la bióloga, una mujer que busca unirse al ritmo de la naturaleza, ser parte de ella, no tener pasado o no importar el mismo, ser un eterno continuo que no confiere importancia al tiempo, ese tiempo humano que se altera con los acontecimientos y que nos puede angustiar: ser esa lagartija que aparece a la misma hora sobre el alfeizar de la ventana, se queda inmóvil al sol, respira la luz, el viento, sin importar nada salvo el presente. Pero ya sabemos que las personas no pueden fácilmente olvidar, los ecos del pasado penetran ante cualquier detalle del presente y revuelven la paz buscada.

José María Merino nos irá poco a poco, a través de esos rayos que golpearán desde el pasado, dejando conocer su vida anterior, sus conflictos con su hermana y su madre, la batalla perdida con su hija adolescente, el distanciamiento con su marido. La isla es la búsqueda del espacio amniótico.


Uno de las partes más intensas de la novela es la certera descripción del alejamiento de una hija cuando llega a la adolescencia, los pasos, las secuencias de hechos que van, de forma desapercibida, degradando la relación, ante la impotencia de una madre que no entiende qué está pasando y la pasividad de un marido que se inhibe del problema. "A veces buscamos un dato, una señal que indique cuándo cambiaron las cosas"... y nunca se descubre ese punto, ese momento que serviría para explicar y modificar lo que está ocurriendo.


Al principio de la lectura de la novela nos sorprende esa mezcla poco afortunada de estilo directo e indirecto, primera o tercera persona, pasado y presente narrativo, con una técnica poco depurada, desde mi punto de vista. Luego el autor parece olvidarse de este estilo rebuscado (pocos maestros dominan este tipo de estructuras) y crece al convertirse en el narrador omnipresente del relato.


Lo decía la principio, una novela de José María Merino es una lectura que deja buen sabor al final.

También os recomiendo "Las visiones de Lucrecia" (1996) y "El heredero" (2003).

Editorial: Alfaguara

Páginas: 167

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