Reinar después de morir
Reinar después de morir lleva a escena una obra del siglo de Oro escrita por Vélez de Guevara. El texto no tiene gran valor, pleno de lugares comunes, rimas y metáforas poco originales, a veces muy desafortunadas. La dirección no acierta, está perdida, no solo por las dificultades inherentes a la escenografía. Las interpretaciones dejan mucho que desear salvo la digna actuación de David Boceta.
La obra se hace tediosa, interminable. Las bellas imágenes no pueden ocultar la vacuidad de lo representado.
La obra se basa en un pasaje trágico de la historia de España y Portugal que ha alimentado la leyenda: el amor imposible entre doña Inés de Castro y el príncipe de Portugal don Pedro.
El rey de Portugal impone un matrimonio dinástico a su hijo cuando parece ser que don Pedro ya se ha casado con su amante doña Inés, madre de un hijo suyo. Esta situación genera un complot que persigue acabar con la vida de Inés de Castro y evitar un enlace entre la corona de Portugal y Castilla.
El primer problema de esta función surge con el material del que parte: un texto muy pobre, con unas rimas que a veces provocan sonrojo. Una lectura, por motivos históricos y de personal conocimiento, podría tener una justificación individual, pero llevar a escena esta obra no me parece aceptable cuando hay tantas obras del mismo periodo que no se llevan a escena y de calidad muy superior.
El segundo problema lo encontramos con la inoperante dirección. Apuntaré algún ejemplo. Las entradas y salidas de actores o sus movimientos en escena (correteos, subidas o bajadas por la plataforma) no están siempre justificados y, muchas veces, restan intensidad y sentido a la escena representada. Actores que se arrojan de forma repetida al suelo o a los pies de otro para declamar, a la moda de alguna corriente operística, resulta inapropiado o exagerado. Actores que se quedan en el escenario inmóviles porque no intervienen en la siguiente escena.
¡Y ese asombroso empujón que propina doña Blanca de Navarra al rey de Portugal!
Pausas en la declamación inadecuadas ¿para dar tiempo al espectador a seguir el ritmo al inicio de la función?
El tercer problema es de interpretación. La declamación de los versos no es fluida ni natural, las voces se impostan, a veces inexpresivas, otras se rasgan inadecuadamente.
El único actor que consigue una buena interpretación es David Boceta, habitual en esta compañía y que nos dejó un mejor papel en La dama duende.
La escenografía, tal y como puede apreciarse en las fotos, es muy original. El suelo con forma de pista de skateboard, cuatro ventanas en la parte de arriba y una superficie que imita el azulejo portugués. Este decorado se completa con una maravillosa iluminación que crea unos ambientes perfectos en cada escena. Hay momentos en los que los actores forman parte de un cuadro escénico de bellísima composición.
El texto se complementa con algunas bellas canciones portuguesas, aunque se pierde en otras ocasiones por gritos disonantes de coro innecesarios.
Una obra prescindible que ahuyentará a muchos aficionados a volver a este teatro.
Texto: Luis Vélez de Guevara
Versión y dramaturgia: José Gabriel Antuñano
Dirección: Pepa Pedroche
Diseño de puesta en escena: Ignacio García
Intérpretes: David Boceta (príncipe Don Pedro), Carmen del Valle (doña Inés de Castro), Chema de Miguel (rey don Alonso), Julián Ortega (Brito), Manuela Velasco (doña Blanca de Navarra), Rita Barber, María José Alfonso, Ricardo Reguera.
Escenografía: José Manuel Castanheira
Vestuario: Ana Paula Rocha
Iluminación: Guilherme Frazao
Producción: CNTC y Companhia Teatro de Almada
Teatro: Teatro de la Comedia 21 de enero a 9 de febrero de 2020
Duración: 80 minutos