El peso de un cuerpo
"El peso de un cuerpo" es una experiencia dura y vitalista que conmueve y trastoca, aunque también nos haga sonreír, en la que nos cuenta el peregrinaje de una hija cuando se enfrenta a la incapacidad de su padre. Puesta en escena brillante e imaginativa y unas interpretaciones magníficas.
Olga es una mujer joven que tiene que hacerse cargo de la dependencia de su padre tras sufrir un ictus. Cuando se lo encuentra tirado en las escaleras de la casa y pide ayuda, nadie responde, es el principio de la soledad a la que se va a enfrentar. La frialdad del hospital, el lenguaje médico que desborda, el alta médica sin saber dónde llevar al padre, la necesidad de vender todo para cubrir gastos hasta que los trámites burocráticos de la ley de dependencia pueda servir de ayuda, la falta de apoyo familiar (las otras hermanas que pasan del padre y de ella)... Al final establecerá más relación con el conductor de la ambulancia y celador que con el resto de su entorno habitual.
Si la precariedad física y material es agobiante (pierde el empleo por sus ausencias, tiene que pagar la residencia de monjas...), el golpe psicológico es tremendo: ver el deterioro de un ser querido que se transforma en una piltrafa, que pierde su entidad y dignidad como persona y tiene más en común con lo vegetal.
¿Qué sentido tiene mantener un cuerpo con vida, el cuerpo de una persona que ha perdido las facultades básicas? nos pregunta Victoria Szpunberg. ¿No nos lo hemos preguntado alguna vez? ¿Qué podemos hacer?
"El peso de un cuerpo" expone todas esas fases por las que pasa la protagonista pero evita el sentimentalismo y nos lanza un humor inteligente como vía de escape, la ironía acerada, el humor negro, la explosión desenfadada cuando no se puede más, la risa cuando menos lo esperas. Para ello utiliza diferentes recursos que pasa del diálogo que acaba siendo absurdo por la situación (las hermanas, la monja, el tartamudo a conveniencia...) a la música desenfrenada y en directo con un Iggy Pop desmelenado, todo ello perfectamente integrado. Hay un juego teatral que nos estimula y evita la exposición plana de la realidad, que interpela al espectador desde varios filos. La escritora y directora Victoria Szpunberg nos muestra una genialidad creativa que convierte la función en una sorpresa continua al mismo tiempo que nos interpela directamente. El recurso del paño rojo como bandera roja, símbolo del comunismo del padre pero también el cuerpo yacente que la hija intenta sostener, es un ejemplo de la inteligente y creativa utilización de los medios escénicos. Los micrófonos que son goteros, los ancianos alineados de la residencia con cabeza de cabezudos...
Impresionante actuación de Laia Marull como la hija desesperada, rebelde, resignada, todo un abanico de emociones que nos pega a la escena. Imposible olvidar la actuación camaleónica del resto de actores que con agilidad pasan de un personaje a otro, alguno muy breve pero maravilloso.
Las transiciones de una escena a otra y los movimientos de los distintos personajes están manejados con una fluidez y precisión que da una vitalidad a la obra muy especial, gracias al trabajo de Montse Colomé. La música en directo, incluida la ambiental y minimalista, es otro hallazgo de esta función.
"El peso de un cuerpo", crítica contumaz a nuestra sociedad deshumanizada, a la falta de protección de los más débiles, al abandono de las instituciones y el maltrato indirecto a la dignidad humana; una exposición desnuda de la trágica pérdida de nuestros derechos cuando no podemos defenderlos nosotros mismos, ni nuestros familiares (si los tenemos). Algo que debería ser ilógico y absurdo cuando todos, todos, nos encaminamos a un posible final invalidante. El ser pensante y humano prioriza el momento y olvida y desasiste a los débiles de su cadena. Así es y no lo vemos con la suficiente perspectiva para poner todos los medios - reales - para remediarlo. La sociedad española del siglo XXI todavía funciona con el apáñatelas como puedas. El papel, la ley y el discurso todo lo aguanta, la realidad no.
Texto y dirección: Victoria Szpunberg
Intérpretes: Laia Marull, David Marcé, Carles Pedragosa y Sabina Witt
Escenografía: Judit Colomer
Iluminación: Marc Lleixà
Vestuario: Albert Pascual
Composición musical: Carles Pedragosa, Joan Solé y Sabina Witt
Movimiento: Montse Colomé
Espacio sonoro: Joan Solé y Guillem Rodríguez
Vídeo: Joan Rodon
Ayudante de dirección: Iban Beltrán
Producción: Centro Dramático Nacional, Teatre Nacional de Catalunya y Velvet Events
Teatro: Valle-Inclán Del 30 de noviembre al 23 de diciembre de 2022
Duración: 100 minutos
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