La esposa deseada (1980) de Naguib Mahfuz
Naguib Mahfuz (1911-2006), escritor egipcio que ganó el premio Nobel en 1988, tuvo una gran difusión en ese momento y se tradujo gran parte de su larga obra. No obstante, parece haber caído en el olvido en las últimas décadas. Es un magnífico escritor que hay que seguir leyendo. Este libro, a pesar de sus debilidades, tiene el suficiente valor para leerlo y, como ocurre con los grandes escritores, nos plantea cuestiones sobre las decisiones (o la inacción) del ser humano.
El inicio de una novela es fundamental para atrapar al lector: es la primera mirada, el primer contacto con la lectura del que puede depender que continuemos con el libro, ese juicio quizá prematuro pero ineludible aunque la mayor parte de las veces certero para ese lector en concreto. En mi caso no hay peligro porque conozco a este maravilloso escritor.
Toda esta introducción es para aconsejar al posible lector que no abandone el libro a pesar del inicio tan flojo, a mi juicio; pronto remontará con la historia del niño convertido en joven, el protagonista Izzat, y la novela ganará en interés y profundidad.
Sus primeras páginas son flojas en dos aspectos. Por una parte, la reflexión innecesaria que el autor hace sobre la voz del narrador, propia de una trasnochada modernidad con ideas poco interesantes y con epítetos (angelical, ciénaga) que tienen cabida en un escritor novel o en un escritor experimentado al que se le va la mano; en segundo lugar, el retrato de la madre viuda, rica, guapa, honesta y entregada a su hijo, resulta endeble. La aparición de la envidiosa hermana de la madre da un giro al pulso narrativo, tan necesario.
Izatt se enfrenta a la escuela, como tantos niños, con miedo y rechazo. Pero allí conocerá a las dos personas que determinarán su destino: su amigo Hamdún y la joven Badriyya (golpe a primera vista descrito todavía con poca garra). Cuando Izzat se libera del nicho materno y el autor nos acerca a sus conflictos internos y su carácter indeciso, vamos adentrándonos en la novela. Izzat se enamorará de Badriyya pero no se atreverá a expresar sus sentimientos. Es incapaz de encontrar su propio destino: estudiará porque su amigo lo impulsará; invertirá dinero en un teatro, aunque no le guste el teatro, porque es la pasión de su amigo (dramaturgo aficionado) y de la chica (actriz aficionada)...
Me ha interesado el retrato del personaje en su nulidad como persona, sin objetivos en la vida, incapaz para tomar sus propias decisiones, permitiendo que otras circunstancias, otras personas, guíen su propio curso vital; un joven que elude cualquier enfrentamiento, incluido el que supone tomar pequeñas elecciones, que se deja llevar por la rutina de la vida convirtiéndose ésta en su propia y gran tiranía. Este tipo de personas, tan habituales en nuestro entorno, son pocas veces elegidas como protagonistas de una novela: puede parecer lógico porque no aportarán mucho a nivel argumental, en la acción del relato, pero no es así, lo externo influye sobre el destino de las personas a pesar de no intervenir. Son personajes de gran interés por la complejidad en retratarlos, entenderlos en su aparente indolencia, no carentes del conflicto interno de todo ser humano a pesar de su falta de pasión. La inacción individual no evita la acción sobre el individuo y su impulso hacia una dirección y unas consecuencias; la vida y el entorno siempre están en movimiento empujando.
El estilo narrativo de Naguib Mahfuz se impone tras ese inicio titubeante, su lenguaje natural que busca las palabras precisas, su inteligente sencillez que permite que nos adentremos en el mundo que nos dibuja, desde el observador amable que nos deja ver lo mejor y lo peor de sus personajes, las pasiones, los errores y los fracasos. Su mundo es cercano aunque nos retrate sus calles, sus ciudades, la sociedad en la que vive, tan diferente a lo occidental pero tan semejante en el lenguaje universal del ser humano.
Hay en la novela dos episodios apasionantes sobre el teatro que casi son un homenaje al mismo: cuando vuelve entusiasmado del teatro Hamdún, tras ver su primera obra, "Romeo y Julieta", y quiere transmitir a su amigo Izzat esa experiencia recitando y escenificando la obra (y fracasa). Y el maravilloso encuentro en el club de Badriyya e Izzat donde ella, de forma inesperada y al hilo de la conversación sobre tiempos pasados y enterrados, empieza a declamar el elogio fúnebre a Julio César (Shakespeare) en presencia de todos los clientes.
Entre la decena de obras de Naguib Mahfuz que he leído hay dos que se encuentran entre mis novelas más preciadas: "El callejón de los milagros" (1947), la que recomiendo para empezar a conocer a este escritor, e "Hijos de nuestro barrio" (1959). También son magníficas las novelas que componen la trilogía de El Cairo: "Entre dos palacios" (1956), "Palacio del deseo" (1957) y "La Azucarera" (1957). Otra gran obra es "El sendero" (1964). Cualquiera de estos libros os impulsará a seguir leyendo a Naguib Mahfuz.
Editorial: Martínez Roca
Páginas: 154
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